El papa Francisco elogió este domingo a los dos nuevos santos de la Iglesia católica, Juan Pablo II y Juan XXIII, “dos papas que no se dejaron aplastar por las tragedias del siglo XX” y quienes “restauraron y actualizaron la Iglesia” a su imagen original, ello durante una ceremonia multitudinaria en la plaza de San Pedro a la que asistió también su predecesor Benedicto XVI.
“Fueron sacerdotes, obispos y papas del siglo XX. Conocieron sus tragedias, pero no se dejaron aplastar por ellas. Dios fue más fuerte en ellos”, dijo Jorge Mario Bergoglio.
Ambos papas vivieron en épocas de guerra, incluso Angelo Roncalli ayudó a salvar la vida de miles de judíos durante el Holocausto y abrió el diálogo judeo-cristiano, aseguró el creador de la Fundación Wallenberg, Baruch Tenembaum. Mientras que Karol Wojtyla vivió las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial y también enfrentó la dictadura comunista.
El papa proclamó la santidad de los dos pontífices ante medio millón de peregrinos llegados de todo el mundo a la Plaza de San Pedro y sus aledaños, según datos del Vaticano, que calculó cerca de 800 mil los que se congregaron en Roma para la ocasión.
“Declaramos y definimos a los beatos Juan XXIII y Juan Pablo II santos, los inscribimos en el Catálogo de los Santos, y establecemos que en toda la Iglesia sean devotamente honrados”, fue la fórmula pronunciada
en latín por el primer pontífice latinoamericano de la historia, tras lo cual la muchedumbre estalló en aplausos.
El papa emérito Benedicto XVI, quien renunció al trono de Pedro en 2013, asistió vestido con la sotana blanca a la ceremonia concelebrada por 150 cardenales y mil obispos.
A su llegada fue recibido por un caluroso aplauso y saludado con un abrazo, tanto al inicio como al final de la ceremonia, de Francisco, en un gesto de fraternidad.
La doble canonización, del italiano Juan XXIII —considerado un progresista al convocar el Concilio Vaticano II en 1962 para modernizar a la Iglesia— y del polaco Juan Pablo II —quien enfrentó el comunismo y fue inflexible en temas morales— ha sido, según analistas, un golpe maestro de Francisco para unir a los diferentes sectores de la Iglesia.
Junto con Pío X, canonizado el 3 de septiembre de 1954, tres pontífices han sido proclamados santos en los últimos 100 años.
Juan Pablo II fue canonizado tan solo nueve años después de su muerte, siendo la santificación más rápida de la historia.
Visitan las tumbas
Miles de fieles comenzaron hacer fila para poder acceder al interior de la basílica de San Pedro y detenerse unos instantes ante la tumba de los ya santos Juan Pablo II y Juan XXIII.
A pesar del cansancio, ya que muchos durmieron a la intemperie en los aledaños de la plaza de San Pedro para no perderse la ceremonia, volvieron a esperar horas para entrar en el templo y venerar a los nuevos santos de Iglesia.
La tumba de Juan Pablo II se encuentra en la capilla de San Sebastián y desde ayer fue colocada una nueva lápida de mármol con la inscripción: Santus Ioannes Paulus II, en la que se le describía como beato desde 2011.
El cuerpo embalsamado de Juan XXIII se muestra en una urna desde su beatificación en el año 2000.
Rompen el protocolo
El protocolo del Vaticano, respetado rigurosamente, fue quebrado por los pedidos de “selfie con Francisco” de algunos jefes de Estado.
Al término de la ceremonia, durante el saludo oficial a las 98 delegaciones extranjeras presentes para la canonización, Francisco fue sorprendido por el autoretrato que le solicitaron algunos de los delegados.
En al menos dos ocasiones, representantes oficiales le pidieron a Francisco que posara para la selfie.
Otro hecho insólito fue cuando una mujer vestida con traje hindú, le tomó la mano al pontífice y se la colocó en la cabeza para tomarse una foto.
Igualmente curioso resultó cuando la esposa del presidente de Polonia tomó la foto de su marido, Bronislaw Komorowski, mientras saludaba a Bergoglio.
Francisco no se mostró incómodo y se veía disponible mientras los delegados le entregaban cartas, le pedían consejos o le hablaban más de la cuenta.
En representación del presidente de México Enrique Peña Nieto asistió la primera dama, Angélica Rivera, acompañada por sus hijas Fernanda y Sofía, quienes saludaron al pontífice y conversaron con él durante unos segundos.