El suspiro fue grande, pero el aplauso fue mayor. El ‘Chepo’, en su banca, rompió la fiereza de sus ademanes, porque el suspiro que le dio Raúl Jiménez en la Copa de Oro resultó vital para evitar una desgracia en el Georgia Dome.

 

La supuesta mayor jerarquía del Tri jamás apareció y a duras penas logró salvar el obstáculo trinitario, para clasificar ajustadamente a las semifinales, donde se las verá con Panamá, su verdugo en la fase inicial.

 

La banca mexicana se vació en cuanto el balón besó la red. El remate del delantero americanista se incrustó abajo en la portería de Trinidad y Tobago para el angustioso pase.

 

Todos los futbolistas tricolores dejaron sus posiciones, mientras Jiménez daba sus marometas para celebrar el gol. El estadio en éxtasis, al resquebrajarse la duda acerca de si el combinado verde sería capaz de derrotar a los trinitarios.

 

Un futbolista campeón con el América, quien trae esa suerte y esa pegada tuvo la complicidad de uno de los suyos, el lateral Miguel Layún, para hacer el gol y evitar los tiempos extra.

 

Tenía razón. José Manuel de la Torre nunca había estado tan acertado cuando decía que el duelo ante Trinidad y Tobago sería “nada sencillo”.

 

Enfrentar a la selección 87 del mundo para el Tri fue un calvario. Pasaban y pasaban los minutos, México, con más voluntad que idea y creatividad. Mucho correr, chocar, pero ni una dosis de talento que despedazara la zaga de los Socca Warriors, que se defendían hasta con la innovación de línea de seis defensores.

 

El ‘Chepo’ apostó por el mismo cuadro del partido ante Martinica, del domingo pasado. Pensó en que la continuidad de su 11 titular le podría dar dividendos. La única novedad fue Jonathan Orozco, de regreso a la portería. Los defensas Joel Huiqui y Juan Carlos Valenzuela; los laterales Adrián Aldrete por izquierda y Miguel Layún por derecha. En el mediocampo, Carlos Peña y Alejandro Castro, junto con Luis Montes y Marco Fabián; adelante, Rafael Márquez Lugo y Jiménez.

 

Leo Beenhakker, director de selecciones de los caribeños, tranquilo en un palco, expectante de lo que podía pasar y tomando apuntes de cómo cerrarle mejor los espacios a México y contragolpearlo con fiereza. Esperaba que alguno de esos latigazos surtiera efecto.

 

La agonía apareció y en la recta final, los tiempos extras amenazaron con concretar la sorpresa en el estadio de los Halcones de Atlanta.

 

Entonces, México contó con el par de campeones americanistas. Una combinación con centro de Layún a Jiménez para el tanto de una victoria que hizo suspirar al Chepo.

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