Paco de Lucía ha fallecido a los 66 años de un ataque al corazón en Cancún (México), donde tenía una casa y pasaba largas temporadas. De Lucía es la máxima figura de la historia más que centenaria de la guitarra flamenca, un innovador desde la tradición al que su carácter tímido no le impidió abrir el flamenco al jazz, la bossanova, el blues, la música árabe o la clásica. En un programa de TVE de 1973 (Rito y geografía del cante) ya anticipaba su revolución, aunque aún dudara del destino final: “Estamos empezando a hacer una música nueva y no sé dónde irá a parar, no tengo ni idea”.

Francisco Sánchez Gómez nació en Algeciras (Cádiz) en 1947, hijo menor de Lucía (de ahí su nombre artístico) y Antonio, guitarrista que enseñó a tocar a sus hijos, de los que también le salieron artistas el mayor, el tocaor Ramón de Algeciras (fallecido en 2009), y el cantaor Pepe de Lucía (padre de la cantante Malú). Paco aprendió a tocar a los 8 años, fijándose primero en el toque del Niño Ricardo y luego en el de Sabicas, otro grande que comenzó la internacionalización del flamenco y su cruce con otras músicas, tareas que De Lucía ampliaría y completaría. Entre otras cosas, el gaditano introdujo en el flamenco -junto al percusionista brasileño Rubem Dantas- el cajón peruano, un instrumento de percusión hoy indispensable, tras conocerlo en el país latinoamericano en una de sus giras. 

Su toque acompañó a muchos de los cantaores más destacados de la segunda mitad del siglo XX, especialmente a Camarón de la Isla, a quien conoció en los años 60, década en la que empezaron a colaborar juntos (Al verte las flores lloran, de 1969), en una relación que llegó hasta el último álbum del cantaor, Potro de rabia y miel (1991). Igualmente, se atrevió a tocar y grabar con algunos de los más grandes músicos del jazz, como Chick Corea o Al di Meola y John McLaughlin en el histórico directo Friday night in San Francisco (1981). Su relación con el rock no fue tan directa, pero su música ha abierto los ojos al flamenco a docenas de artistas alejados de este arte.

Pero más allá de acompañamientos o colaboraciones, Paco de Lucía estaba convencido del poder expresivo de la guitarra flamenca por sí sola. “La expresión y el ritmo son muy importantes. Un guitarrista tiene que tener más que ritmo, aire. El aire es fundamental (..) Un rasgueado redondo, preciso y rítmico es hasta más importante que todas las armonías que pueden ir precedidas de ese rasgueado, que es el que remata toda una idea melódica y armónica”, así definía en una entrevista con El País en 2004 los rasgos distintivos de su guitarra.

Precisamente de ese año es su último disco de estudio, Cositas buenas. En los últimos tiempos, Paco de Lucía había espaciado sus grabaciones y actuaciones. Entre los muchos reconocimientos recibidos (Premio Príncipe de Asturias de las Artes, Doctor Honoris Causa en las universidades de Cádiz o Berklee, en Boston), el guitarrista se había dedicado a disfrutar de su familia. A su nombre deja una huella inconmensurable en la renovación y popularización del flamenco en España y el mundo y muchos de sus discos centrales, como La fabulosa guitarra de Paco de Lucía (1967), Fuente y caudal (1973, donde se incluye su composición más conocida, Entre dos aguas), Almoraima (1975) o Zyryab (1990).

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