Llegó el año nuevo, y con él los buenos deseos, ganas de cambiar, de renovar votos, reencontrarse con gente del pasado, amores del presente. Todos de una u otra forma pedimos algo cuando llega el año nuevo. Cuando somos pequeños lo hacemos con ilusión a través de una carta. Elaboramos un listado de nuestros antojos y soñamos con que un ser del más allá recoja esa nota y de manera mágica nos complazca los deseos.
Lo que jamás abandonamos, sin importar el paso del tiempo, es la desagradable costumbre de no valorar lo que tenemos y siempre desear más. Aspirar a que Dios, la vida, el universo o en lo que se quiera creer, nos regale al final del año lo que tanto ambicionamos. Ese trabajo que no logramos, esa pareja que no encontramos, esa casa que no compramos, ese viaje que no realizamos y lo que es peor, basados en una fe que no conservamos.
Cada vez queremos más y tenemos menos. Aspiramos a comodidades materiales y lujos sin preocuparnos por lo verdaderamente importante. La esencia, lo básico, lo elemental, esas pequeñas cosas que convierten nuestra vida en única. Se nos olvidó sonreír. Ahora todo gira en torno al trabajo, la lucha que implica sobrevivir, las frustraciones por no realizarnos en distintos ámbitos y sobre todo el afán por atesorar.
¿Cuándo nos detenemos a pensar que lo tenemos todo? ¿Qué festividad o fecha del año existe diseñada para agradecer? ¿Hay alguna temporada con cánticos, figuras, reuniones familiares y cenas con la sencilla finalidad de sentirnos satisfechos con lo que somos y tenemos sin intención de pedir más? La triste respuesta es NO.
Los valores no necesitan moños, la alegría no se cambia por un bono, la salud no requiere tarjeta con dedicatoria y aun así no apreciamos cuando nos los regalan todo.
¿Se detuvieron un solo minuto del año a pensar que pueden ver, que tienen ese invaluable don de mirar, observar e identificar a través de los ojos? Seguro que se les pasó por alto porque como tenemos la posibilidad de hacerlo, desconocemos la magnitud que implica perder esa oportunidad. Sin embargo, es posible que en esta Navidad estemos esperando recibir unas costosas gafas de sol que vimos en la foto publicitaria de alguna revista. Así somos.
Expertos en pedir y además con arrogancia, porque en el fondo a pesar de nuestros desmedidos defectos estamos seguros de que nos lo merecemos todo. Nuestra soberbia nos ha convertido en seres contradictorios. Decimos que amamos la naturaleza y la hemos destruido, pregonamos la igualdad y miramos por encima del hombro, nos creemos luchadores y no nos gusta hacer nada, queremos lo máximo y envidiamos lo mínimo, hacemos pesebre y dudamos de Dios.
En estas fechas, en medio del licor, el trasnocho, la música y los paquetes, recordemos que ningún obsequio es más valioso que la vida. Paradójicamente, nunca lo pedimos y aun así nos lo concedieron. Aprendamos a agradecer.
GRACIAS 2013.
GRACIAS  a todos aquellos que formaron parte de él y a los que siguen formando, GRACIAS a los retos de la vida, que sin ellos no seguiríamos creciendo, GRACIAS  la familia, que sin ellos no seguiría adelante, GRACIAS a los amigos, por el apoyo incondicional, los regaños y los consejos brindados, GRACIAS  a los amantes, por noches llenas de placer y buenos momentos.
GRACIAS A TI….a ti que te levantas pensando en dar la prueba. Al que siente frío al salir y prender el auto y aún tiene sabor a café en la boca. Al que se lava los dientes luego de desempañar el espejo. Al que reza porque gane el equipo de fútbol de sus amores para sentirse ganador en la oficina. Quiero hablarle a ese luchador. A ese que espera pagar la cuota. Al que no le regalaron nada. Te hablo a ti que fuiste noble y correcto muchas veces sin saber por qué y te parece fácil el éxito haciendo trampa, pero no renuncias a tus valores. Te hablo a ti, que sientes que todo te cuesta más que a los otros. A ti que te sientes mal y sientes el paso del napalm en el corazón. Esos que creen que son mejores que nosotros por tener más. Esos no son más, esos sólo acumulan cosas y no saben que todo se acaba con la muerte.
Tú, que sientes que cuando discutes ayudas a tomar una decisión y llevas los temas que te importan a todos lados. A ti, que cada vez que abriste la boca te sentiste juzgado, amado u odiado en tu grupo pero no te rendiste. Tú que nunca supiste bien cómo agradarle al resto a pesar de los esfuerzos físicos. A ti, que no tienes nada que perder, porque aún no ganas nada.
P.D. Si el año que termino te robaron un sueño, recuerda, tienes todo el 2014 para cobrar el seguro. Feliz fin de año.
Y recuerda, siempre recuerda…¡Y vivieron felices por siempre!, no solo depende de ti, las relaciones SIEMPRE serán de dos.
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